Agnus Dei (Cordero de Dios)

La palabra agnus dei significa cordero de dios y este es conciderado en el cristianismo y otras religiones es Jesucristo hijo de nuestro creador; quien se sacrifico y dio su vida por todos aquellos hombres y mujeres pecadores.

Si bien el cordero es una de las formas para representar a Jesucristo, al mismo tiempo representa el concepto de virtud, pues se trata de un animal manso y esta característica hace que sirva como modelo idóneo de lo que debería ser el ser humano con respecto a Dios, es decir, alguien humilde que se deja guiar por el Creador. Por otra parte, hay que tener en cuenta que los hebreos se dedicaban principalmente al pastoreo y, por lo tanto, los corderos necesitaban a un pastor; una circunstancia que es extrapolable a la relación entre la humanidad (el rebaño) y Jesucristo (el buen pastor).
El título «Cordero de Dios» es ampliamente utilizado en las oraciones cristianas, y «Agnus Dei» es utilizado como una parte estándar de la misa católica, así como las liturgias occidentales clásicas de las Iglesias anglicana y luterana. También se utiliza en la liturgia y como una forma de oración contemplativa. El «Agnus Dei» también forma una parte de un fragmento musical de la misa.
Como motivo visual, el cordero ha sido, desde la Edad Media, representado muchas veces como un cordero aureolado de pie con una pata delantera ladeada «poseyendo» un banderín con una cruz roja sobre un fondo blanco, aunque también existen muchas otras formas de representación.
En el arte cristiano del periodo paleocristiano y medieval el cordero es algo más que un simple animal, pues representa simbólicamente a Jesucristo. En este sentido, una de las referencias bíblicas en las que Jesucristo es descrito como el «Cordero de Dios» aparece en el episodio del bautismo de Jesucristo en el río Jordán, en el que Juan el Bautista dice expresamente «he aquí el Cordero de Dios» (Juan 1, 25-37). Siguiendo esta tradición San Pablo se refiere a Jesucristo como «nuestro cordero pascual». En la liturgia se menciona igualmente, concretamente cuando se alude al «Cordero que quita los pecados del mundo» (Juan 1, 29-36).