Autoestima

Como un conjunto de percepciones, juicios y evaluaciones, la autoestima es todo aquello que, producto del pensar constante, se experimenta a nivel emocional, sentimental e intelectual sobre todo aquello que nos compone: desde las características físicas, hasta la más sutil de las actitudes que presentamos en el vivir cotidiano. A su vez, esta utiliza una serie de elementos que dividen cada uno de los aspectos que constituye a un individuo considerado común, como lo son: la autoimagen, el auto-concepto, el auto-conocimiento, la auto-aceptación, el auto-respeto y la autoevaluación. Según lo propuesto por Maslow en su Jerarquía de las necesidades humanas, a lo anteriormente mencionado se suman dos factores importantes: el afecto recibido por otros y el afecto dirigido hacia la propia persona.

La definición y el estudio de la autoestima tiene una connotación diferente de acuerdo con el enfoque que se le dé. Ejemplo de esto es el psicoanálisis, rama en la que se visualiza el concepto de autoestima como no más que el desarrollo del ego; esto, en contraposición con el conductismo, crea un gran brecha, puesto que en este último simplemente no hay cabida para tal base teórica, debido a los conceptos y puntos que se tratan (estímulo, respuesta, aprendizaje). Por otra parte, es posible encontrarse con pequeños análisis dedicadas al amor propio y el crecimiento personal. Pero, aquello que a menudo no entra en discusión, es el hecho de que, combinados el pensar y el vivir del ser humano, se le insta a perseguir su propia concepción de felicidad, empezando por infundir respeto y valor en sí mismo.
La autoestima es categorizada de forma gradual, es decir, baja, media y alta. Aquellos que consideren tener una autoestima alta, están sintiéndose en capacidad para afrontar los pormenores y retos que se presentan en su vida diaria además de estar en completa paz con respecto a sus actitudes y su apariencia física. En la otra palma, se encuentran aquellos que se desprecian a sí mismos y su existencia en general; esto les dificulta relacionarse con su entorno y, por ende, dedicarse a las actividades más básicas. Los individuos con una autoestima media, por su parte, se hallan en un vaivén de emociones, en donde la sensación de sentirse apto, pero a la vez sin ánimos o capacidad de enfrentarse a la vida, les mantiene en una inseguridad eterna.