Dogmatismo

La filosofía es una práctica que se remonta a más de 2500 años, y nació por la curiosidad, completamente humana, de saber cómo es que funciona en el entorno en el que nos movemos. Esta, que se encarga del análisis exhaustivo de la conducta humana, los distintos elementos que conforman su ambiente, además de las cuestiones profundas, llenas de existencialismo, atravesó, como tantas otras prácticas, por una serie de corrientes, que la moldearon hasta convertirla en lo que se conoce hoy en día. Tradicionalmente, se considera que Pitágoras fue el hombre que acuñó el término, que proviene del griego antiguo “φιλεῖνσοφία”, que se puede traducir como “amigo del conocimiento o la sabiduría”, aunque, realmente, no se tiene ninguna evidencia para comprobar esta afirmación.

Entre muchas de las corrientes por las que atravesó la filosofía, el dogmatismo es uno de los más conocidos. Este, a menudo, se define como un movimiento que daba mucha más importancia a los elementos palpables, como la naturaleza, la realidad y los objetos; sumando, además, la presencia de Dios, como parte de la naturaleza, en una unidad indisoluble. En resumen, esta propone que el ser humano, haciendo uso de una de sus herramientas más importantes, la mente, es capaz de descubrir las verdades ocultas de la vida, la esencia, enmarcándose sin embargo, sólo en hechos tangibles.
Es bastante común que se le presente como una corriente que se opone, de manera drástica, a los principios que mueven al escepticismo (se basa en la duda; no se afirma, sólo se opina) y el idealismo (se defienden sólo las ideas, no se le da tanta importancia a los hechos).