Imperio Carolingio

En la historia, se utiliza “Imperio Carolingio” para hacer referencia a los territorios de Europa occidental gobernados por los francos desde el siglo VIII al siglo IX, y dominado por la dinastía carolingia. Cabe destacar que los Francos fueron un pueblo establecido en Alemania; estos, con su expansión territorial y el poder asegurado, se convirtieron en el reino de los Francos, dirigido por la dinastía merovingia, aquella de estirpe germánica que gobernaría Francia Bélgica y una importante porción de Alemania. Estos, sin embargo, fueron destronados y, en su lugar, se estableció la dinastía carolingia, a quienes vieron como quienes podrían restablecer el esplendor del destruido Imperio Romano de Occidente.

Desde el siglo VII, la familia, que deriva de la unión entre los hijos de Arnulfo de Metz y Pipino el Viejo, logró establecerse como la que llevase el linaje de los mayordomos de los palacios de los reyes francos merovingios. Es preciso mencionar que, en aquel entonces, los mayordomos del palacio eran los primeros intendentes del Rey y, después de la muerte de éste, ejercían un poder similar al que tiene un Primer Ministro, dentro del sistema político actual. Por ostentar este título, eran los carolingios quienes realmente gobernaban a los francos, llamándose, entonces, a los Reyes merovingios “los reyes holgazanes”. Fue Pipino el Breve, quien logró finalmente destronar al rey merovingio Childerico III, posteriormente declarándose rey electo con ayuda del papa Zacarías.
Después de la brillante gestión militar de Carlomagno, el Imperio carolingio pereció ante las dificultades políticas. Esto sucedió por la falta de una estructura definida, pues la imperante estaba establecida en, básicamente, la lealtad del pueblo libre al Emperador; los vasallos, quienes debían responder tanto a su señor local como al Emperador, escogían, a menudo, a su señor. Esto, además de las invasiones que siguieron a la muerte de Carlomagno, terminó por desintegrar el Imperio.