Inteligencia

La inteligencia puede definirse como la capacidad de la que dispone el ser humano para resolver problemas y garantizar su adaptación a las situaciones que el entorno le va presentando, en aras de permitir su sobrevivencia.
De esa premisa se deriva que cuando la condición problemática no admite solución, la misma facultad inteligente le indica al hombre que debe asimilarlo, aceptarlo y aún así darle continuidad a la normalidad de su existencia.

El proceso necesario para alcanzar la capacidad de razonar es complejo, pues implica una estructuración bien definida, pues de la misma se desprende el pensamiento, cualidad atribuible únicamente a la especie humana, que se expresa a través del lenguaje y que le permite al hombre obtener conocimientos sobre el mundo que le rodea.
Para que se genere el pensamiento, es necesario que se produzcan dos elementos, uno de ellos es el energético y el otro el cognoscitivo.
En el caso del aspecto energético, sus fundamento son las necesidades, deseos, sentimientos y, de manera primordial, la voluntad de aprender. Mientras que el aspecto cognoscitivo o estructurante le da un orden específico a los datos conseguidos por la cualidad de índole energética y así se posibilita la solución del problema.
Hay que hacer notar que la inteligencia puede manifestarse de dos maneras, una práctica y la otra abstracta. La primera permite resolver situaciones que se presentan cotidianamente y bien puede ser desarrollada por los animales, los niños o los adultos, sin que éstos la pierdan en ninguna etapa de sus vidas. Al tiempo que la inteligencia abstracta es característica exclusiva del ser humano en su adultez y comienza a revelarse aproximadamente a los 12 años.