Literatura de vanguardia

Se denomina literatura de vanguardia a una serie de movimientos literarios renovados que se originaron en la primera mitad del siglo XX. Por lo general, los juicios por los que se rigieron las vanguardias envolvían un rechazo a las reglas estéticas establecidas mientras que propugnaban por la experimentación y la búsqueda de que el arte refleje los cambios que se entreveían tanto en lo social como en lo concretamente cultural. El significado primero de la palabra vanguardia pertenece a la expresión militar. En Francia comienza a usarse aplicada a la política entre los socialistas utópicos hasta que adquiere, con Marx y Engels, el sentido de minoría esclarecida encargada de llevar la revolución.

Los movimientos vanguardistas fueron diversos, gran parte de ellos lograron extenderse a muchas otras variaciones del arte, otros a un número más acotado. Existen ocasiones en las cuales es posible que se perciba su autoridad actual, logrando permanecer a pesar del paso del tiempo en algunas obras cercanas en el tiempo: ejemplo de ello es posible obsérvalo con los restos del surrealismo. Lo importante es resaltar el hecho de que las vanguardias fueron una serie de movimiento que se originaron como respuesta a los cambios drásticos que la sociedad estaba experimentando a causa de la revolución industrial y de la profundización del capitalismo como sistema económico.
En cuanto a la literatura, las vanguardias tuvieron un gran cuestionamiento a la tradición heredada, específicamente en lo que se refiere a las formas y al uso de nuevos métodos para expresarse fuera de lo común. Ejemplo de ello son, en la poesía se optó por abandonar el seguimiento de una métrica, de la agrupación en estrofas, entre otras. Comienza a cobrar gran importancia la imagen y las formas de expresión que se armaban de un modo desestructurado a nivel formal. En el caso del surrealismo, movimiento de vanguardia que contaba con el apoyo en el nuevo discurso psicoanalítico que promulgaba la existencia de un inconsciente, la producción de nuevas obras literaria se vio situada con miras hacia un automatismo que buscaba la manera de plasmar en papel cualquier idea que apareciese en la mente por muy loca que fuese; la finalidad de tal procedimiento era el afluir del inconsciente reprimido.