Piedra de Rosetta

De las civilizaciones antiguas se sabe muy poco, a pesar de todo. Muchas investigaciones se han llevado a cabo para conocer más a fondo la cultura y el sistema político-económico de estas comunidades, para entender lo que adoptaban y rechazaban, respectivamente. Por ello, cuando un rastro legible de ellos se presenta, la comunidad científica experimenta una revolución y diversas pruebas son llevadas a cabo, con el fin de establecer el origen y significado del mismo. Este es el caso de la Piedra de Rosetta, que contiene un decreto dictado por el faraón Ptolomeo V, en el año 196 a. C, en Menfís.

Esta es una de las responsables del conocimiento moderno de los jeroglíficos antiguos egipcios, puesto que presenta el mismo contenido tres veces, pero en tres inscripciones con pequeñas diferencias. Se conoce que, en un principio, estuvo en un templo y que luego traslada, durante la Edad Media probablemente, hasta un fuerte en Rashid (Rosetta), para ser utilizada como material de construcción. Los soldados franceses la hallaron, mientras transcurría su disputa con el ejército británico; estas fueron derrotadas y la piedra quedó bajo el dominio inglés, siendo puesta en exposición en el Museo Británico en el año 1802.
En el año 1822, el francés Jean-François Champollio anunció en París el total desciframiento de contenido de la Piedra de Rosetta. Desde su descubrimiento, fue objeto de largas disputas, empezando desde la realizada entre tropas británica y las francesas, la de Champollion y Thomas Young sobre quién tuvo una mayor participación en el estudio del jeroglífico y, la más reciente, una demanda iniciada en 2003, por parte de Egipto, para que ésta retorne a su país de origen.