Radiestesia

En épocas anteriores se llevaban a la realidad ciertas creencias, consideradas en aquél tiempo como ciertas. Estas prácticas, con el pleno desarrollo de las bases científicas, fueron desplazadas y consideradas como “pseudociencias”, una afirmación que, supuestamente, está enmarcada en métodos científicos, seguidos con la rigurosidad que estos requieren. La radiestesia fue una de las tantas pseudociencias que vieron la luz durante el siglo XVII y se basaba, en términos sencillos, en que, con el uso de varas y péndulos, el ser humano podía llegar a controlar la recepción magnética o, incluso, estimularla.

Como tal, el término es un neologismo creado a partir de la palabra latina “radium” y el vocablo griego “aesthesia”. También se le conoce como rabdomancia. Tiene un antecedente en la común práctica de utilizar diversos objetos alargados, que estuvieran conformados con metal, para encontrar cuerpos de agua; esto, a pesar de ser una costumbre algo antigua (se estimó que inició hace 4500 años), sigue llevándose a cabo en la actualidad. Las técnicas y los implementos involucrados variaba, pero lo más corriente era recurrir, como se mencionó anteriormente, a péndulos y varas vegetales o metales. Sin embargo, los zahoríes, nombre que recibían los hombres dedicados a esta disciplina, se guiaban por los conocimientos previos sobre el tema.
Martín Lutero, en su obra Decem praecepta, argumenta que la radiestesia viola el primer mandamiento y, por lo tanto, es considerada brujería, a pesar de que su objetivo, simplemente, era el de servir como una herramienta que facilitara la búsqueda de metales, agua y minerales. Ha sido desacreditada con los años, alegándose que sólo se trata de un acto de azar; sin embargo, esto no impide que, en zonas rurales, aún se utilice el método.