Templo

El término Templo tiene su origen en el latín Templum y hace referencia al sitio donde se rinde culto a alguna deidad.
En ese sentido, estas estructuras son consideradas un área de carácter sagrado sobre el que se tenía la responsabilidad de cuidarla y ornamentarla, con el fin de que pudiesen perdurar en el tiempo.
Hay que resaltar que los templos han sido vistos por la humanidad de diferentes maneras, que van desde el punto de encuentro para la veneración y el hecho cultural –como una cueva o manantial- hasta edificaciones imponentes, como las construidas por los griegos y los romanos.

De ese modo, en la cultura minoica, aunque una de sus principales características era la construcción de monumentales palacios, no levantaron ninguna edificación de índole religioso, por lo que los cultos tenían lugar en santuarios y cuevas. Mientras que, por otro lado, los nativos de la Península Ibérica, quienes en su mayoría pertenecían a la religión naturalista, poseían sus santuarios en lugares elevados y escabrosos, generalmente en las cercanías de los manantiales, a los que asistían para colocar sus ofrendas.
En Mesopotamia está la raíz de los primeros templos levantados haciendo uso de materiales perdurables y elaborados como un conjunto con fines constructivos.
Estos edificios poseían una planta de forma cuadrangular y eran erigidos con ladrillos no cocidos, los cuales se colocaban sobre altas plataformas, creando, entre otras áreas, un vestíbulo y un patio, en cuyo alrededor se moldeaban una importante cantidad de dependencias.
Sin embargo, los templos como sitio dedicado al culto no tuvieron su clímax sino hasta las dinastías egipcias XVIII y XIX, pues, es sus comienzos, se utilizaban únicamente con fines funerarios.