Biodegradación

La biodegradación, también conocida como descomposición orgánica, es el proceso mediante el cual un conjunto de desechos orgánicos se descompone producto de la acción de agentes externos, como bacterias, hongos y protozoos. En otras palabras, es un mecanismo que simplifica una sustancia o materia a sus elementos químicos más básicos, enmarcándose como un evento natural y no contaminante. De acuerdo con el material que se esté manejando o estudiando, los factores y condiciones ambientales bajo las que pueden ceder sus moléculas, depende de la estabilidad de las mismas, además de las enzimas que desprendan los agentes biológicos degradadores.

La principal razón por la que ocurre la biodegradación es por la necesidad de continua renovación y reproducción de los microorganismos que llevan a cabo el proceso. Estos extraen todos los elementos que emplearan para producir energía la creación de nuevos tejidos y sustancias, como los aminoácidos. A partir de esto, surgen una serie de ventajas para el ambiente, puesto que son eliminadas ciertas sustancias que pueden ser nocivas tanto para los seres vivos, como para todo aquello que conforma el medio de existencia.
Existen dos formas en las que el proceso de biodegradación puede ser realizado: con presencia de oxígeno (aérobica), en donde se liberan componentes como dióxido de carbono y agua, resultando mayor rendimiento energético; en ausencia de oxígeno, dando como resultado una oxidación incompleta. Un ejemplo de biodegradación es el observado en masas de agua; estas pueden tener materia orgánica tanto autóctona, como alóctona. En el primer caso, se trata de diversos cadáveres de organismos acuáticos, además de las excreciones de algas y plantas acuáticas; en el último, son todos aquellos elementos, como ramas, hojas, frutos y polen, que son arrastradas por el viento y la corriente de las aguas, siendo estos los que están en cuerpos de aguas dulces.