Clostridium botulinum es el agente que causa el botulismo. Es una bacteria móvil, no necesita oxígeno para crecer, y puede sobrevivir en cualquier lugar gracias al hecho de que puede convertirse en esporas. Sin embargo, las esporas pueden destruirse a altas temperaturas, gracias a lo cual los alimentos pueden esterilizarse para prevenir enfermedades.
Cualquier alimento puede transmitir botulismo, pero se debe tener especial cuidado con los alimentos enlatados, ahumados y salados, ya que se conservan durante mucho tiempo antes de comer, y en ese momento la bacteria puede sintetizar la toxina botulínica. La forma más frecuente de intoxicación en bebés es la ingestión de miel.
El botulismo transmitido por los alimentos se caracteriza por una parálisis fláccida descendente que puede provocar insuficiencia respiratoria.
Los primeros síntomas son debilidad, fatiga y vértigo, generalmente seguidos de visión borrosa, boca seca y dificultad para tragar y hablar. También pueden presentarse vómitos, diarrea, estreñimiento e hinchazón abdominal. La enfermedad puede provocar debilidad en el cuello y los brazos, y posteriormente afectar los músculos y músculos respiratorios de la parte inferior del cuerpo. No hay síntomas febriles o pérdida de conciencia.
El botulismo en bebés generalmente afecta a niños menores de seis meses de edad. A diferencia del botulismo transmitido por los alimentos, causado por la ingestión de toxinas previamente generadas en los alimentos, esto ocurre cuando los bebés ingieren esporas de C.
Es importante destacar que el botulismo también se encuentra en las heridas, aunque es infrecuente, ocurre cuando las esporas entran en una herida y pueden reproducirse en un ambiente anaeróbico. Los síntomas son similares al botulismo transmitido por los alimentos, pero pueden tardar hasta dos semanas en aparecer.
Para evitar la aparición de esta enfermedad se debe evitar el consumo de miel y jarabe de maíz, ni siquiera para endulzar el chupete. También es vital considerar el no consumir productos de latas rotas o abiertas, ya que es en las latas donde se genera la toxina botulínica. Por otro lado, la lactancia hasta los seis meses también actúa de manera preventiva.
Como tratamiento para la enfermedad, los médicos recomiendan dar asistencia respiratoria a la persona enferma, para evitar el paro respiratorio. Se debe administrar el antígeno botulínico equino trivalente (ABE) para neutralizar el efecto de la toxina circulante. a veces es necesario intubar al paciente con un tubo por la nariz hasta la tráquea, para asegurar una vía aérea de oxígeno. Los líquidos deben administrarse por vía intravenosa si persisten las dificultades para tragar. También puede ser necesario colocar un tubo de alimentación. En algunos casos se administran antibióticos, pero estos no siempre son útiles.