Se le asigna la denominación de cárcel a todas las estructuras que son ideadas y construidas para el confinamiento de individuos a los que se ha comprobado o existe una sospecha razonable de que hayan cometido un delito y, por tanto, son considerados criminales y representan un riesgo latente para el resto de los integrantes de la sociedad.
Por consecuencia, las cárceles o prisiones, como también se les conoce, cumplen la función de aislar a aquellas personas que han transgredido la ley y cuya sanción está establecida en la misma normativa instaurada por la sociedad para mantener el orden.
En ese sentido, las cárceles de la actualidad fueron básicamente diseñadas en el siglo XIX, son edificaciones que en la mayoría de los casos poseen grandes extensiones de terreno, ya que están compuestas por varias instalaciones, en las que fundamentalmente se encuentran las áreas destinadas a las celdas donde los privados de libertad pasan la mayor parte del tiempo.
Esas estructuras también albergan oficinas y zonas destinadas a actividades comunes, como es el caso de los comedores, espacios deportivos y lugares de visita.
Por su parte, las celdas generalmente tienen un espacio reducido y pueden poseer un mobiliario básico, conformado por una cama, un lavamanos y/o un inodoro, o por lo menos ese es el deber ser, aunque en la mayoría de las prisiones latinoamericanas esos elementos simplemente no existen y los cuartos son casi siempre ocupados por muchas más personas que las contempladas cuando fueron construidos, lo que representa un grave problema de hacinamiento carcelario.
Estos recintos suelen contar con diversos dispositivos de seguridad que incluyen rejas, candados, videocámaras y la vigilancia permanente de personal entrenado para mantener el orden y actuar en caso de cualquier contingencia.