Dilatación

La palabra dilatación tiene su origen en el latín dilatatĭo y se refiere a la acción y efecto de dilatar, o lo que es lo mismo, estirar, alargar o ensanchar, según sea el caso. En otras palabras, el verbo dilatar consiste en ampliar un objeto por alguno de sus lados.

También se habla de dilatar en referencia a la propagación de algo o al hecho de diferir la cristalización de lo que se pretende hacer.
Por otro lado, en términos médicos la dilatación se relaciona con el proceso mediante el cual se obtiene el aumento del calibre de un conducto, un orificio o una concavidad. Por ejemplo, en la fase previa al parto, es imprescindible que se produzca la dilatación del cuello uterino para permitir el paso del naciente bebé; esto ocurre en el periodo en el que las contracciones de la parturienta aumentan en frecuencia e intensidad. Ese lapso se puede extender hasta 18 horas y culmina en el momento en que el cuello uterino posee unos 10 centímetros, longitud suficiente para que el bebé pueda abandonar el útero y, literalmente, nacer.
La dilatación también se produce en la pupila, como respuesta a un estímulo sufrido por el ojo. Existe un músculo ubicado en el iris, que es el que se activa para expandir la pupila en consonancia con la directriz que recibe del sistema nervioso. Estas reacciones suelen ocurrir cuando escasea la iluminación, como efecto de una sustancia estupefaciente y psicotrópica o en medio de condiciones estresantes, en un proceso conocido como midriasis.
Por otro lado, en el campo de la ciencia física, esta acción se refiere al acrecentamiento de la longitud, el volumen o la superficie de un objeto, como consecuencia de la disociación de sus moléculas por el decrecimiento de su densidad, que puede ser a causa del aumento de la temperatura del cuerpo.