Don

Del latín donum se desprende el término don, el cual expresa la habilidad fuera de lo común o extraordinaria de la que disponen algunas para personas para realizar determinada tarea.
Visto de ese modo, aquel que dispone de un don, también tiene la capacidad, ya sea física o intelectual, de hacer posible una faena que para la mayoría de la gente sería extremadamente difícil, cuando no imposible, lo que también puede definirse como un talento especial.
La diferencia que existe entre las aptitudes que pueden estar presentes en un individuo promedio, es que éstas se alcanzan por medio de la experiencia y una práctica permanente, al tiempo que el don por lo general se estima como una destreza innata del ser que lo posee, aunque, en esa afirmación haya diversidad de pensamientos.
En el plano de la literatura de carácter religioso, el don está enmarcado en una ofrenda recibida del Espíritu Santo por quienes practican y pregonan la creencia en Dios. En ese orden de ideas, cabe mencionar que dentro de la doctrina católica, un practicante adquiere siete dones de santificación en el instante en que recibe el sacramento del bautismo.

De igual modo, las Sagradas Escrituras también hacen referencia a los denominados carismas, los cuales son dones otorgados a seres elegidos por Dios para que los empleen a favor de la humanidad.
Mientras que en el ámbito de la formalidad el término Don (escrito de ese modo), se coloca antes del nombre de una persona, a la que se quiere otorgar un grado de importancia dentro de la sociedad. En este caso, Don suele usarse como la contracción de la palabra distinguido, calificativo que enaltece el nombre de quien lo recibe.