La emisión termoiónica, que en años anteriores fue denominada como efecto de Edison, es un proceso a través del cual, un flujo de iones o de partículas cargadas, provenientes de una superficie de metal, son enviadas hacia la superficie por la acción de energía térmica, que ocasiona una fuerza electrostática. Como tal, el efecto consiste en la transmisión de cierta energía térmica, haciendo uso de filamento (un cuerpo delgado, similar a un hilo, con una forma espiral que es ampliamente utilizado en las bombillas), a una placa metálica, que normalmente es situada en el interior de un bombillo.
Hacia el año 1873, Frederick Guthrie, se hallaba experimentado con una esfera metálica, sometiéndola a altas temperaturas. Este se dio cuenta de que, cuando esta estaba cargada de forma negativa, al ser calentada al rojo vivo, desprendía iones; cuando estaba cargada positivamente, esta pérdida no ocurría. Pero, fue en el año 1880, cuando Thomas Edison, creo una gran cantidad de bombillas experimentales, para determinar el porqué de las rupturas que sufrían sus filamentos y el oscurecimiento del cristal de sus lámparas incandescentes. Este descubrió el flujo descargas en un solo sentido (para la época llamado efecto Edison), cuando se percató de que, al estar una lámina metálica cargada de forma negativa, incluso más que el filamento, la carga eléctrica no fluía; en contraposición, cuando estaba cargada positivamente, los electrones emitidos desde el filamento eran atrapados hacia la superficie.
La ley de Ricahrd son es la indicada para explicar este fenómeno. Según se argumenta, en cada metal, existen dos electrones que tienen la capacidad de movilizarse entre un átomo y otro. En un momento dado, este puede ostentar la velocidad suficiente para salir a la superficie; aunque, claro, esto es en base a lo que se conoce como función de trabajo, que varía de acuerdo a cada metal y hace uso de diversos electronvoltios para darse.