Estimulación Temprana

La estimulación temprana consiste en una práctica especial joven de no más de 40 años, que ha tenido diferentes modelos de acuerdo a los teóricos y a los objetivos que se perseguían. El enfoque tiene que ver con «una práctica clínica en relación con bebés de 0 a 2 años de edad, que por la razón pre, por postnatal presenta un trastorno en su desarrollo«. La estimulación, si bien no lo es todo, constituye el primer eslabón en toda la historia del desarrollo del niño.

Se puede clasificar en cuatro factores que pueden alterar el desarrollo normal de un niño en esos primeros años de vida, los cuales implican lesiones directas en el Sistema Nervioso, lesiones indirectas producidas por enfermedades en otros órganos, alteraciones genéticas y por último las producidas como consecuencia de factores ambientales. Aquí se refiere no sólo a la hipoestimulación, es decir cuándo hay falta de estímulo, sino también a la hiperestimulación, al exceso.
En el contexto de estas patologías, surgió la llamada Estimulación Temprana como indicación terapéutica específica. Sin embargo, esto no invalida el uso actual del término estimulación para todas las actividades relacionadas con el desarrollo integral del bebé.
Existe un fundamento biológico ineludible. El sistema nervioso no completó su proceso de maduración hasta el segundo año de la vida aproximadamente. De esta manera ofrece la oportunidad única de recibir en su desarrollo la influencia de la acción educativa. Otro tipo indeleble es el vínculo especial que se genera entre la mamá y el bebé. Todas las mamás le cantan a su bebé, pero con todas las ganas le cantarían con el mayor placer si supieran que el cerebro del bebé percibe mejor las melodías que las palabras.
Se entiende por estímulo a todo lo que el bebé percibe a través de sus sentidos, y más que eso. Los sentidos constituyen en esta etapa los instrumentos por excelencia de la inteligencia, aunque no se debe ignorar que los procesos inteligentes no son los únicos que se están desarrollando. A esta edad los procesos están tan relacionados entre sí que resulta difícil e impropio discriminarlos. La dimensión cognitiva, social y afectiva es parte del desarrollo del bebé.
Para el recuerdo es necesario conocer las etapas evolutivas que el bebé atraviesa, así que los resultados son la estimación, tanto en calidad como en cantidad. Además, el exceso es tan nocivo como la falta. El trabajo con padres es guiado por la premisa de que el vínculo es el riel por donde transita el aprendizaje. Para aprender es imprescindible contar con las fortalezas afectivas que se construyen en la familia.