Fianza

La fianza es la garantía que se da entre tres individuos, en la que uno de ellos, llamado el fiador, se encarga de asegurar que se cumplan los asuntos que el primero, denominado deudor, tiene con el segundo, conocido como acreedor. El fiador es ajeno al deber que existe entre las dos personas restantes, a diferencia de lo que tal vez se piense, pues, su principal misión es la de resolver el conflicto cumpliendo con la obligación temporalmente. El término fianza tiene su origen en el vocablo latín “federe”, que proviene de “fidere”, cuyo significado es “seguridad”.

Según las leyes, existen tres tipos de fianzas: la convencional, dispuesta por voluntad de ambas partes, la legal, entregada por el Estado, con vistas a forzar el cumplimiento de la obligación y la judicial, concedida con la intervención de un ente jurídico. Análogamente, se dice que la fianza también puede ser civil y mercantil; la primera está establecida en los entornos controlados por los códigos civiles, mientras que la última se da en una institución autorizada y está regulada por una entidad que recibirá una retribución por servir de fiadora. Sumado a esto, también se encuentra la fianza onerosa, en la que el individuo o entidad reciben una retribución por cumplir con la deuda.
Para que una fianza pueda considerarse existente, tiene que cumplir con una serie de requisitos, como lo son el consentimiento de ambas partes (acreedor y deudor), establecimiento del objeto que el fiador deberá dar si el deudor no cumple con la obligación y la existencia de la obligación principal de la que el deudor se tiene que encargar. Igualmente, para que puede ser válida, tanto el fiador como el acreedor deben tener integridad en sus facultades físicas y mentales, es importante la ausencia de discusiones o algún rastro de violencia durante el plazo de tiempo y de fines ilícitos. La fianza dejará de existir cuando el deudor cumpla con su obligación principal o el fiador cumpla, la extensión del plazo del tiempo o el perdón de la deuda.