Girondinos

Los girondinos eran partidarios de la revolución, pero sin utilizar el terror y defender el derecho a la propiedad individual. Consideraban que el cambio político podía hacerse con instrumentos legales establecidos («mi Dios es la ley» era uno de sus lemas). Por otro lado, defendían un Estado descentralizado, de modo que el centro de poder no se ubicaba en París, pero las distintas provincias tenían un cierto grado de autogobierno.

Para los girondinos las ideas revolucionarias no deberían aplicarse exclusivamente a Francia, por lo que sus aspiraciones tenían una dimensión universal y esperaban que el proceso revolucionario se extendiera más allá de sus fronteras.
Cuando el movimiento revolucionario triunfó y la Asamblea Constituyente se estableció en 1791, el grupo de los Girondinos obtuvo la Constitución que fue aprobada para recoger una de sus propuestas: la descentralización de la administración.
Estos se caracterizaron por su posición bastante moderada y federalista, representando los intereses de la burguesía alta y media, siendo en su mayoría burgueses ricos, comerciantes e intelectuales.
En la acera frente a los Girondinos estaban los montañeses, más conocidos como jacobinos, un grupo bastante radical en comparación con ellos, que propusieron establecer un régimen de terror para quienes no aceptaban las propuestas que promovían. Durante la primera vez de la Convención Nacional, ambos bandos, montañosos y girondinos, mantuvieron duros enfrentamientos.
Puedes decir; Que un girondino era un miembro individual de un grupo moderado y federalista de la Asamblea Nacional durante la Revolución Francesa, que tenía el nombre de los Girondinos.
El grupo contaba con aproximadamente 175 y 749 diputados que constituyeron la Asamblea de la Convención y gobernaron durante 1792 y 1793. Fueron denominados así porque la mayoría de sus miembros más destacados provenían de la región de Gironde (Francia). Eran en su mayoría miembros intelectuales de la burguesía rica del mundo de los negocios (manufacturas, puertos, etc.). Acusados ​​por los jacobinos de conspirar contra la unidad de la República, sus líderes fueron guillotinados por orden de Robespierre (1793).
Estos se opusieron rotundamente a la política de los jacobinos e intentaron frenar el avance del radicalismo revolucionario de éstos últimos, con quienes rompieron en 1792. Tenían mayor representación y sus más importantes apoyos en las provincias y los departamentos, frente a los jacobinos que dominaban París.