Gusto

El gusto, principalmente, tiene la función de percibir los sabores provenientes de los alimentos u objetos que los seres vivos pueden consumir. Es uno de los sentidos, pero se encuentra estrechamente unido al olfato, esto ocurre porque el olor de los alimentos que ingerimos asciende por la bifurcación aerodigestiva hacia la mucosa olfativa, y así se da el extraño fenómeno del gusto.

Además, este sentido es un auxiliar muy importante de la digestión, pues el buen sabor que podamos recibir de algo recientemente ingestado, las secreciones salivales aumentan, al igual que los jugos gástricos.
El gusto es posible por la lengua. Ella es la principal actriz en todo el proceso de la percepción de sabores. La lengua es un órgano musculoso, impar y medio, situado en la base de la cavidad bucal. Se distingue por tener forma cónica y, al igual que las huellas dactilares, tiene una impresión de líneas única en cada ser vivo y goza de un color que varía desde rosado a rojo intenso. No sólo cumple su papel de oŕgano del gusto, también participa en el proceso de deglución de la comida -con sus movimientos forma el bolo alimenticio- y en la articulación de las palabras.
Está constituida, mayormente, por un esqueleto osteofibroso y músculos. La parte ósea o el esqueleto osteofibroso, está constituido por el hueso hioides, localizado hacia la parte posterior de la lengua, debajo de esta. Este órgano tiene ocho músculos pares y uno impar, para un total de 17 músculos; los pares son los hioglides, los genioglosos, palatoglosos, transversos y linguales inferiores, el único impar es el lingual superior. La región mucosa lingual, que la recubre casi en su totalidad, a excepción de la base.