Hematoma

El concepto de hematoma habla de la acumulación de sangre en una zona específica del cuerpo. Esto ocurre por causa de del derramamiento de la sangre fuera de los vasos capilares, las arteriolas o vénulas, hacia el llamado espacio intersticial, frecuentemente motivado por diferentes situaciones, la mayoría de ellas relacionadas con golpes de gran magnitud, un fuerte impacto o una caída, por ejemplo.
Los especialistas en el tratamiento de los hematomas lo denominan traumatismo obtuso y lo identifican fácilmente por su color similar al violeta, aunque con el tiempo se torna verdoso y, por último, amarillento, hasta que desaparece.
Dicho de un modo comprensible, lo que produce la aparición de un hematoma es el hecho de que una cantidad determinada de sangre se asienta en el tejido de la piel y se trasluce debajo de ella, haciendo ver en esa área la lesión que empieza siendo morada.
Al mismo tiempo, el tejido lesionado inicia la emisión de determinadas señales de origen químico, que derivan en la sucesiva coagulación de la sangre.
Es importante mencionar que cuando la situación se normaliza, el organismo activa la construcción de un andamiaje en el perímetro del hematoma, proceso en el que una sustancia elástica conocida como la fibrina juega un papel preponderante. La función de esta especie de andamios es permitir la conducción del nuevo tejido, que surge a raíz de la rápida reproducción de las células que no resultaron irreversiblemente afectadas, como consecuencia de la lesión.
Una vez que el andamiaje cumple su función, el mismo desaparece paulatinamente y se le da inicio a la fase de eliminación de la sangre coagulada.

El color propio del hematoma casi sanado se debe a la influencia que ejercen unas enzimas para promover que los glóbulos rojos se degeneren y conviertan, primeramente, en hierro y globina y, posteriormente, en bilirrubina.