La ingenuidad se relaciona con la confianza, una característica de la personalidad que contribuye a la formación de actitudes y juicios sociales, y que afecta la calidad de la interacción social. Como cualquier rasgo de la personalidad, la confianza varía a lo largo de un continuo, en el que el extremo positivo podría ser caracterizado como candor excesivo, ingenuidad o credulidad, y el polo negativo como alta sospecha o desconfianza.
Una persona ingenua no tiene malicia, lo que implica la disponibilidad de astucia o habilidad, en la que hay un cierto grado de malicia, y que permite descubrir un engaño, a alguien que nos miente, o para avanzar en los hechos a otro, por ejemplo, para mantener un bien valioso para muchos.
Tiene su origen en factores biológicos y, sobre todo, ambientales (pautas educativas, experiencias vividas, historia de aprendizaje, etc.). Más específicamente, se relaciona con un sesgo positividad que la mayoría de las personas muestran en sus evaluaciones sociales, por lo que se tiende a evaluar positivamente en los demás, aunque esta tendencia también está mediada por el estado de ánimo. Quizás su función sea preservar la autoestima, la confianza básica en los demás y el bienestar personal frente a la adversidad, a pesar de que el juicio emitido no se ajusta a la realidad.
En todo, en todas las áreas, pero sin duda, donde lo más importante es ser prudente y cuidadoso es con las relaciones sociales, personales y de pareja. Aquí la persona que es ingenua puede ser si no camina con un ojo, «carne de cañón» para aquellas personas que no tienen escrúpulos, que usan mentiras y/o manipulación simplemente porque les conviene. Ante estas personas, los ingenuos, para no cuestionar sus creencias y valores pueden verse sometidos a situaciones de abuso que pueden ser muy difíciles, primero: darse cuenta de que está ocurriendo, porque como dijimos son «buenos pensamientos» y segundo dejar esto, en muchos casos teniendo que recurrir a un psicólogo.
Como rasgo de personalidad, no parece haber una correlación significativa con la edad, aunque es cierto que muchas personas mayores se vuelven más desconfiadas con la edad, tal vez debido a las limitaciones y la pérdida de las capacidades sensoriales, motrices y amnésicas inherentes al envejecimiento. Como característica del desarrollo socioafectivo, es evidente que a lo largo de los años el niño adquiere la capacidad de captar la ironía, el doble sentido de los mensajes, detectar mentiras basadas en incongruencias, etc. En cualquier caso, en relación con el bienestar psicológico ser y la salud mental, en igualdad de condiciones, la ingenuidad es preferible a la sospecha.