Odio

El odio es una de los sentimientos humanos más profundos: el de aversión o deseo de destrucción hacia un objeto o persona. Puede ser motivado por distintas razones, pero lo más corriente es que, quien experimente el odio, encuentre desagradables algunas de las características, ya sean físicas, espirituales o intelectuales del ente al que va dirigido; en el caso de los seres vivientes, la conducta también puede ser un factor involucrado. En comparación a otros sentimientos o valores, el odio estaría en contraposición a la amistad, el amor y el respeto. Es preciso mencionar los crímenes de odio, aquellos delitos que son cometidos sólo por pertenecer a una etnia, estrato social o comunidad religiosa en particular.

El odio, normalmente, puede ser relacionado con sentimientos de ira, disgusto y hostilidad, dirigidas especialmente al objeto de la aversión. Esto, en determinadas circunstancias, puede conllevar a la realización de actos de violencia. Los crímenes de odio, cabe destacar, están relacionados con esta reacción; sin embargo, estos están motivados por el desprecio hacia personas con determinadas características, como el color de la piel, edad, sexo, rasgos físicos y psicológicos, nacionalidad, ideas políticas y religiosas u orientación sexual.
Según diversas investigaciones científicas, el odio viene con la estimulación de las mismas hormonas que producen el sentimiento de amor, tales como la adrenalina, cortisol y prolactina. Se activan la zona central del cerebro y la insula, ubicada en la superficie lateral. Cuando la ira se presenta, la presión sanguínea y el sistema nervioso, empiezan a regular sus actividades, en busca de responder a la amenaza. Desde el punto de vista psicoanalítico, Sigmund Freud aclara que el odio es el deseo del ego por destruir la fuente de infelicidad. Las religiones, por su parte, ven al odio como una sensación visceral, que debe ser controlada y sustituida por el amor.