Presbítero

La palabra presbítero tiene su origen en griego, pero se desprende directamente del vocablo latín: presbytero o “Lisandro”, quienes, según establece el Antiguo Testamento, se trataba de una agrupación que le daba vida a consejo con funciones netamente religiosas, pero no eran sacerdotes, pues no estaban habilitados por la Iglesia para cumplir con todas las funciones inherentes a esa figura.
Sin embargo, la definición y descripción de funciones que se le da al presbítero en el Nuevo Testamento, varía de forma considerable, pues éstos son una especie de homólogos del Obispo, palabra que en Grecia designaba a aquel que cumplía funciones de “vigilante”.
Pero no es sino hasta la muerte de los apóstoles escogidos por Jesucristo que se establecen diferencias entre las responsabilidades de los episkopos (Obispos) y los presbíteros, asignándoseles a los primeros un escaño superior a los segundos en la cadena de mando del catolicismo.
Con el paso del tiempo, los devotos de la Iglesia católica han asumido que estos líderes son los mismos sacerdotes o curas (aquellos que curan el alma de los fieles de una parroquia), aunque si se sigue fielmente la definición de estos términos, lejos están de ser sinónimos, ya que los sacerdotes pueden ser obispos o presbíteros, mientras que los curas son los también llamados párrocos.

De manera directa, se entiende por presbítero a aquel hombre que, con base en su preparación espiritual, recibe el sacramento del orden en su segundo grado y tiene como competencias celebrar la Eucaristía y administrar el resto de los sagrados sacramentos, a excepción de la confirmación y la ordenación sacerdotal, pues éstos están reservados únicamente para los obispos.