Psicomotricidad

El diccionario de la Real Academia Española (Rae) reconoce tres significados del vocablo psicomotricidad. El primero de ellos menciona la habilidad de moverse que nace en la psiquis. El segundo hace referencia a integrar las funciones psíquicas y motrices, entretanto que el tercero se orienta a las vías que permiten coordinar estas categorías.

El conocimiento de psicomotricidad, por ende, está asociado a diversas facultades sensoriomotrices, emocionales y cognitivas de la persona que le permiten comportarse con éxito en el interior de un contexto. La instrucción, la inoculación y la terapia son herramientas que pueden ponerse para amoldar la psicomotricidad de un individuo y contribuir a la transformación de su personalidad.
Hay que recalcar que fue utilizado por primera vez a comienzos del siglo XX y más concretamente, quien lo acuñó y empleó fue el neurólogo Ernest Dupré que lo utilizó para hacer referencia a cómo diversas deformidades o agobios a nivel psíquico y mental traen consigo consecuencias en el aparato motor de una persona. Otro médico aplicado que enfocó sus estudios en la importancia de la psicomotrocidad fue el francés Henri Wallon. Éste lo que hizo fue enfatizar la importancia que tiene en el niño el movimiento, dado que es el quien conseguirá que se desarrolle correctamente a nivel psíquico.
Se puede decir que la psicomotrocidad tiene como objetivo principal el desarrollo de las capacidades creativas, de expresión y de movilidad a partir del estudio del cuerpo humano. Asimismo, sus técnicas tratan de crear una influencia positiva en la actividad del mismo, con la intención de mejorarla y perfeccionarla al punto de que el individuo no presente problemas motrices.
Además de todo lo expuesto hay que dejar patente que existen variados perjuicios psicomotrices que pueden revaluarse básicamente en los niños. Entre los más importantes se encuentran los siguientes:
Debilidad motriz: este trastorno se caracteriza por afectar al pequeño tanto en su área psíquica y motor, como en la afectiva y sensorial. Entre los signos más habituales están la torpeza de movimientos, el tartamudeo y el que no pueda aflojar los músculos de forma voluntaria.
Inestabilidad motriz: los niños problemáticos, mal acoplados, con problemas en la escuela y con inconvenientes de atención, son quienes con más frecuencia padecen este trastorno, que les impide controlar sus movimientos y su afectividad.
Retrasos de maduración: dependencia, indiferencia o una actitud infantil son algunas de las señales de identificación de quienes padecen retrasos de maduración.
Desarmonías tónico-motoras: entre las mismas se encuentran la paratonía (el niño no se puede relajar) o la sincinesia (el pequeño realiza movimientos de manera involuntaria).