Para definir la risa es necesario destacar que esta acción ocurre como respuesta y consecuencia directa de algunos estímulos específicos.
Es decir, la risa está representada por el movimiento de la boca y la posterior provocación de un sonido que, en la mayoría de los casos se produce de manera repetitiva, en lo que, dicho de otro modo, no es más que una reacción ante un conjunto de sentimientos positivos como la sensación de felicidad, por ejemplo.
El alivio o la emoción también pueden provocar risa, pero existen experiencias confusas o vergonzosas que podrían generar este gesto, por lo que es valedero afirmar que los nervios igualmente se pueden representar con risa.
Otras características que definen la risa es que refieren una condición fundamental en las relaciones sociales y determinan, en gran medida, la base de la conducta humana.
Cuando una persona ríe está creando las condiciones necesarias para ser aceptado en un grupo y en la medida que recibe una reacción similar de sus compañeros, está obteniendo, de igual modo, la señal de que está siendo admitido.
Igualmente, se ha comprobado por medio de estudios científicos que la risa tiene la característica de ser, en muchos casos, contagiosa, de manera que en su entorno se genera un ambiente positivo que estimula a todos los que comparten ese contexto común.
Desde su propio nacimiento, el ser humano guarda una conexión especial entre la risa y su personalidad, pues forma parte de la naturaleza humana y, en ese sentido, un bebé puede reírse en ocasiones que se contabilizan en unas 300 por día, al tiempo que un individuo adulto apenas se ríe aproximadamente 20 veces.