La palabra sexo tiene diferentes acepciones, según el campo de la ciencia dentro de la cual sea utilizada.
Por ejemplo, en el ámbito de la biología, el sexo se refiere a un conjunto de eventos sucesivos, en los que se combinan un número determinado de rasgos de índole genético que, por lo general, producen la especialización de seres vivientes en géneros femenino y masculino, en lo que se conoce comúnmente como “sexos”.
En ese orden de ideas, la reproducción sexual se refiere a la mezcla de células evolucionadas denominadas gametos, que son las encargadas de hacer posible la procreación de hijos, en los que se podrán características genéticas de sus progenitores.
Hay que mencionar que los gametos bien podrían ser idénticos, tanto en su función como en su forma, en cuyo caso reciben el nombre de isogametos. Sin embargo, existen variedades tan evolucionadas que poseen una asimetría, de forma tal que se pueden encontrar dos clases de gametos específicos por cada sexo, clasificación dentro de la que se encuentran los heterogametos.
Es de hacer notar que el sexo de un individuo viene dado por los gametos que su organismo genera. Visto de ese modo, los varones producen gametos masculinos, conocidos como espermatozoides, mientras que las hembras crean gametos femeninos, a los que se denomina óvulos. Es precisamente de la fusión de ambos tipos de gametos que se hace posible la generación de un nuevo individuo.
En este punto, bien vale referir que la palabra sexo tiene sus raíces en el latín sexus, vocablo que a su vez proviene de sectas, cuyo significado es “sección o separación”. El término fue acuñado por primera vez en la obra “De inventione I”, cuyo autor fue Cicerón.