Sismicidad

La palabra «sismicidad» es utilizada para relacionar la magnitud de un sismo y la frecuencia con la que pueden estos darse en una zona determinada. Generalmente, esto es descubierto a través de una serie de estudios en el lugar de interés, que son regulados por la ciencia de los sismos, denominada «sismología» y con el apoyo de ciertas leyes, como la propuesta por Charles Francis Richter (la más utilizada actualmente). Es importante conocer cuáles son los lugares que están propensos a presentar sacudidas constantes o importantes, para que la población pueda estar atenta y, en caso de que ocurra una catástrofe, preparada con los insumos necesarios.

En el lenguaje popular, de acuerdo a la fuerza con la que se presenta la sacudida, puede hablarse de «temblor» o «terromoto»; sin embargo, a nivel científico, se les denomina indiscriminadamente como «sismos» o «seísmos», palabras que se originan a partir del vocablo griego «σεισμός», traducido al latín «agitatius» o «terrae motus» (movimientos de la tierra). Con todas las investigaciones realizadas al respecto, es bien conocido que los sismos son movimientos bruscos y pasajeros, que vienen como consecuencia de la liberación de energía acumulada; esto se ve propagado por acción de las ondas sísmicas, que tiene por origen el epicentro y que generan movimiento en las placas tectónicas.
La sismología está encargada de estudiar cada uno de los sismos que se presenten, empezando por la propagación de las ondas, pasando por la agnación de una magnitud y estableciendo las zonas en donde la sismicidad es alta o, bien, baja. Claramente, se encarga también de estudiar más a profundidad las causas de estos movimientos; un objetivo planteado desde casi los inicios del campo, es la de desarrollar un sistema de predicción de terremotos, que hasta ahora no ha sido logrado.