Tercer Estado

Hacia el IX y el XV, en Europa occidental, el sistema político predominante era el feudalismo, que se caracterizaba por la descentralización del poder y la organización jerárquica pronunciada. Dentro de este sistema se encuentran tres estamentos básicos, siendo uno de ellos el Tercer Estado, que se componía, básicamente, por el campesinado y la burguesía (artesanos, comerciantes o mercaderes y la plebe). Estos no tenían privilegios económicos o jurídicos de algún tipo, por lo que a menudo se les denominaba como los “no privilegiados”, además de “pueblo” o “los comunes”. Fue este estamento social el que impulsó, definitivamente, la Revolución Francesa, siendo considerados, por Emmanuel-Joseph Sieyès, ensayista y político francés, como “el cuerpo vivo de la nación”.

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Este sector de la sociedad estaba compuesto por la servidumbre, es decir, aquellos que estaban sujetos a los contratos de los señores feudales y los comerciantes y los artesanos, quienes eran reconocidos por organizarse en gremios. Las personas que pertenecían al Tercer Estado, vivieron las diversas situaciones que se presentaron en el Antiguo Régimen, el sistema de gobierno que domina en Francia antes de la instalación de la República, y al que normalmente se le hace referencia de forma despectiva. Con esta transición, las clases sociales no se vieron tan marcadas; sin embargo, se pasó a un modelo de monarquía autoritaria a uno de monarquía absoluta, que implicaba un respeto mayor para con los privilegios de quienes pertenecían a esta.

A pesar de tener representación en la Asamblea y ser la mayor parte de la representación, estos carecían de derechos o privilegios algunos; además de esto, estaban sujetos a cancelar ciertos impuestos mensualmente en algunas regiones de, por ejemplo, España.

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